EL PUEBLO FENIX
Arribar
a El Peñol desde Medellín es sentir una grata experiencia paisajística
precedida por campiñas multicolor semejante a una inmensa colcha de retazos;
son los sembrados de hortalizas extendidos por las montañas y los valles,
demostrando la vocación agrícola de Los Peñolenses. Al llegar a el área urbana
una hermosa dama alada, desnuda y levitando parece recibir a los propios y
visitantes con los brazos abiertos. Es la obra escultórica en bronce del
artista Mario Hernández, una Fénix que simboliza el renacimiento de un pueblo.
El
Peñol toma a la Fénix como símbolo, el mito del ave Fénix que alimentó
doctrinas y concepciones religiosas del continuo renacer, de la vida eterna,
pues el Fénix muere para renacer gloriosa de entre sus cenizas. Según el mito,
La Fénix poseía dones maravillosos, como la virtud de que sus lágrimas fueran
curativas. Llamada Bennu en el Antiguo
Egipto, asociada a las crecidas del Nilo, el que después de las sequías se
reponía fértil y productivo.; también de la purificación y la inmortalidad.
Probablemente, la leyenda del Fénix pasó a la tradición grecorromana a través
del historiador Herodoto (484 – 425 a.C) quien cuenta en sus historias que
viajó a Egipto y también conoció a los sacerdotes de Heliópolis.
El
ave Fénix, es el símbolo de identidad de El Peñol, es una hermosa joven que se
presenta con toda su pureza virginal, emprendiendo el vuelo al infinito, con
las alas explayadas. Su silueta la enmarca el cielo azul, puro y celestial que
tiene como techo sempiterno el pueblo de El Peñol. En esta versión, La Fénix no
emerge de sus cenizas, ella surge de las aguas, recordando que el pueblo renace
después de perder su historia, identidad, tradiciones, vocaciones y territorio
cuando las aguas implacables de una represa se tragaba al Viejo Peñol
inmisericordemente.
La
comunidad se ha apropiado tanto del símbolo como de su significado, cada uno de
sus habitantes se identifica con su Fénix, renace constantemente y busca
siempre surgir victorioso de los estupores del destino. Asume que cada hecho
nefasto sucede para surgir de nuevo con ímpetus gloriosos. Que la vida es una
continua lucha de pérdida y ganancia y que es el aliciente para insistir y
resistir los avatares del destino. La Fénix es además símbolo de pureza, su
cuerpo virginal permanece siempre puro, inmaculado, es la representación divina
que solo se otorga a los puros de corazón, sentimiento y cuerpo.
Asociamos
a La Fénix con el sentir de una comunidad que ha sufrido las inclemencias de la
guerra y que ahora resurge con los designios propios de vivir en paz , en
armonía y en comunidad, resurgiendo del horror, la maldad y la ignominia que
trajo el conflicto, para vivir una nueva época con todas sus cualidades de
progreso, bienestar, amor y comprensión. Se siente el aleteo vivificante de la
Fénix en la suave brisa que viene de la montaña, de sus bosques y de la inmensa
represa que pierde sus límites en la lejanía.
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