lunes, 2 de marzo de 2015


EL PUEBLO FENIX

Arribar a El Peñol desde Medellín es sentir una grata experiencia paisajística precedida por campiñas multicolor semejante a una inmensa colcha de retazos; son los sembrados de hortalizas extendidos por las montañas y los valles, demostrando la vocación agrícola de Los Peñolenses. Al llegar a el área urbana una hermosa dama alada, desnuda y levitando parece recibir a los propios y visitantes con los brazos abiertos. Es la obra escultórica en bronce del artista Mario Hernández, una Fénix que simboliza el renacimiento de un pueblo.

El Peñol toma a la Fénix como símbolo, el mito del ave Fénix que alimentó doctrinas y concepciones religiosas del continuo renacer, de la vida eterna, pues el Fénix muere para renacer gloriosa de entre sus cenizas. Según el mito, La Fénix poseía dones maravillosos, como la virtud de que sus lágrimas fueran curativas.  Llamada Bennu en el Antiguo Egipto, asociada a las crecidas del Nilo, el que después de las sequías se reponía fértil y productivo.; también de la purificación y la inmortalidad. Probablemente, la leyenda del Fénix pasó a la tradición grecorromana a través del historiador Herodoto (484 – 425 a.C) quien cuenta en sus historias que viajó a Egipto y también conoció a los sacerdotes de Heliópolis.

El ave Fénix, es el símbolo de identidad de El Peñol, es una hermosa joven que se presenta con toda su pureza virginal, emprendiendo el vuelo al infinito, con las alas explayadas. Su silueta la enmarca el cielo azul, puro y celestial que tiene como techo sempiterno el pueblo de El Peñol. En esta versión, La Fénix no emerge de sus cenizas, ella surge de las aguas, recordando que el pueblo renace después de perder su historia, identidad, tradiciones, vocaciones y territorio cuando las aguas implacables de una represa se tragaba al Viejo Peñol inmisericordemente.

La comunidad se ha apropiado tanto del símbolo como de su significado, cada uno de sus habitantes se identifica con su Fénix, renace constantemente y busca siempre surgir victorioso de los estupores del destino. Asume que cada hecho nefasto sucede para surgir de nuevo con ímpetus gloriosos. Que la vida es una continua lucha de pérdida y ganancia y que es el aliciente para insistir y resistir los avatares del destino. La Fénix es además símbolo de pureza, su cuerpo virginal permanece siempre puro, inmaculado, es la representación divina que solo se otorga a los puros de corazón, sentimiento y cuerpo.

Asociamos a La Fénix con el sentir de una comunidad que ha sufrido las inclemencias de la guerra y que ahora resurge con los designios propios de vivir en paz , en armonía y en comunidad, resurgiendo del horror, la maldad y la ignominia que trajo el conflicto, para vivir una nueva época con todas sus cualidades de progreso, bienestar, amor y comprensión. Se siente el aleteo vivificante de la Fénix en la suave brisa que viene de la montaña, de sus bosques y de la inmensa represa que pierde sus límites en la lejanía.

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