EL CAMINANTE
Caminante.
Dialogas con las hojas secas, el pantano húmedo, las rocas sempiternas, las
flores silvestres, los frutos maduros, el aire puro, la tranquera; el
campesino. Preguntas por la historia de los caminos tratando de descubrir sus secretos,
pasos de otros caminantes, puntos de partida y de llegada. Investigas para
atrapar sus memorias en una única imagen del tiempo y ser parte de ellas para
así fundirse, mimetizarse e involucrarse. Paisaje que persigues con ansias
pretendiendo ser parte de él, buscando desaparecer o fundirse si es posible.
Caminos que se
leen en textos impresos en la roca, historias que invitan a ser auscultadas en
profundos socavones, erosiones a causa del casco de las mulas que se entierran
con fuerza en la tez del monte, músculos tensos de hombres y bestias, cargas
que laceran la espalda, que tallan hasta destrozar la piel y descubrir la
carne, sudor que es sangre, mirada que se opaca con el sopor del medio día,
esperanza de llegar y ansias por emprender el camino desconocido, es vicio y
deseo, amor y odio, temor y osadía, sentimientos encontrados que se conjugan en
el camino.
La mirada del
caminante está siempre fija en el horizonte buscando su meta, es escudriñadora
del paisaje, intensa en el bosque, diáfana en la pradera, aguda en la
oscuridad, aguosa en la fuente. Cuando hablas con un caminante él es intrigante
porque quiere descubrir los secretos del camino que su interlocutor lleva. En
el pasaje él no es amigo, es hermano con la mano extendida, orienta y aconseja,
guía y te lleva como ángel guardián, es parte y comparte, sufre y se alegra. En
cada uno de sus viajes está el constante dialogo con la soledad que camina al
lado del mundo en movimiento, de lejanías y acercamientos. Y cuando lo escribe,
narra testimonios con una conjunción profunda entre su ser y el camino.
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